Por César Vargas
Por décadas se anunció que el mundo sufriría una crisis por el envejecimiento poblacional y México, así como la totalidad de países también se vería afectado.
El horizonte demográfico, la ola o tsunami que viene y otros llamados más a la campana fueron lanzados régimen tras régimen por todos los colores que han tenido la oportunidad de servir a la nación.
Dictan expertos en el panel integrado y enterados a fondo en el tema que, tan solo de hace unos años hacia acá, en Veracruz el proceso del envejecimiento demográfico no es reversible porque la esperanza de vida se incrementó y a pesar del descenso de los últimos dos años en México por la crisis sanitaria actual y la pandemia por Covid-19, las personas adultas mayores del mañana ya nacieron y se debe considerar que las generaciones de 1969 a 1980 fueron reportadas como las más numerosas y ya ingresaron al grupo de 60 años y más a partir del 2020 y las otras lo estarán en las próximas décadas.
El estado de Veracruz, inmerso en esta situación demográfica y dada su siempre numerosa población, solo documentó la estadística y las acciones de política de envejecimiento saludable, sin embargo no existen estrategias y acciones (al menos así lo demuestran los hechos) para obtener un alcance que permita hoy que la población senecta cuente con espacios dignos y adecuados para su movilidad urbana y un acceso a los servicios públicos que abonasen como inversión demográfica a su envejecimiento saludable y que a su vez permitan aprovechar la valiosa experiencia y aportación social que podrían dar a la sociedad con el cúmulo de vivencias y talentos conservados. Enumerar lo que no se tiene en este envejecimiento global es generar un largo listado de tareas no realizadas en décadas.
En el umbral del envejecimiento de nuestros veracruzanos y demás paisanos latinos se tiende a la alta concentración y crisis social de las zonas urbanas, pues para el 2030 tres de cada cinco personas vivirán si no es que viven ya, en una ciudad y en volumen de adultos mayores se triplicará para el 2050, alcanzando el 18.5% de la población total y serán más las personas mayores que niños de 0-14 años, invirtiendo la pirámide poblacional.
Pareciera que esto causa una crisis política difícil de atender, se observa una apatía sobre la voluntad para establecer acciones estratégicas y, por lo tanto, sin poder prevenir, actuar o llegar al mismo tiempo que este anunciado fenómeno demográfico.
¿Asilos en Veracruz? Son 3 los que actualmente subsisten en lo que respecta a instituciones pública para la atención de población abierta se refiere.
Cabe destacar que el Instituto de Pensiones del Estado (IPE) tuvo un asilo llamado Estancia Garnica, pero que desapareció por la autoridad ante el injustificado costo, lo que generó un traslado de los asilados al Hotel Xalapa, mientras que, al tiempo, el recinto albergó a las fuerzas armadas/ejército.
A pesar de que dicha acción generó que se perdiera el único asilo de ese Instituto, hoy en día el IPE recupera y dignifica esa valiosa propiedad y lo resurge como Casa de Día para la senectud pensionada, algo similar a la tradicional Quinta de las Rosas.
¿Hospitales geriátricos para la detección oportuna y control de padecimientos mortales en el envejecimiento? No hay uno solo. En el 2018 una diputada local lanzó la declaratoria de la edificación de uno allá por los rumbos de Córdoba, pero no hay más datos al respecto.
Claro está que la iniciativa privada ha generado asilos o estancias al adulto mayor poco alcanzables al segmento no tan pudiente.
Acciones de tipo asociación civil también sostienen actividades al respecto y evidentemente no son suficientes las intenciones de estos sectores para el tamaño que representa este reto social.
¿Qué diremos? ¿Debe el veracruzano resignarse a su suerte, destino o mal vivir y después morir sin opciones a la procuración de conservar su estado de salud y sobrevivencia? ¿O deberá lanzar la demanda social y política de que se generen acciones ya sabidas en pro de un rescate institucional de la vida y envejecimiento saludable que dignifiquen y enmarquen los años transitados de servicio y presencia socialmente activa en pro de una esperanza de vida digna en los últimos años de sobrevida?
Hoy día las familias luchan por desenmarañar el abordaje de sostenimiento de calidad de vida de sus ancianos, de sus fenómenos físico-mentales, sus achaques, sus cambios de humor y ánimo propios a su edad y condición y, por otro lado, luchan con el aspecto material. El aporte económico que no siempre se tiene, puesto que muy pocos ahorran o hacen provisión para su vejez, pensando que tal vez la familia podrá solventar cualquier tipo de gasto o que una pensión, en caso de que se cuente con ella, podrá sacar a flote toda situación que se presente. En otros casos algunos optarán por quemar sus patrimonios y/o capitales.
Por otro lado, ¿Cómo detener el abandono o maltrato social y familiar hacia aquel que cursa el último tramo en su carrera de vida, en esa fragilidad y cruel batalla contra el tiempo? Todo esto se recibe en los hospitales y, en ello, no todo es ser pobre, dijeran por ahí, los ricos también lloran.
Esta senectud demográfica ya nos alcanzó y así, el suspiro de la vida se detiene en la silente batalla por la dignidad de sobrevivir y también *del preciado bien morir*